"En las descripciones que Azorín hace de algunos pueblos de
Castilla siempre aparece entretejida al paisaje, la casa. Y con la casa viene
el patio, el pavimento del patio entre cuyas juntas crece la hierba, el zaguán,
la puerta, el cuarto, la mesa... y luego, una vez llegado el viajero dentro del
todo, la ventana. Se entra por la puerta y se sale por la ventana. La ventana
será la encargada de traerle el vocerío del pueblo, el traqueteo del tren que
parte desde la estación, las campanadas de la iglesia, el tañido de las
campanitas de los conventos, el ritmo constante de la vida recogido en los
sonidos de los animales que acompañan a los hombres. Por la ventana, en esta
prosa azoriana, entra el sonido junto a la luz. Y con ese sonido luminoso no
entra sólo un exterior, sino los interiores de los que a su vez este exterior
está lleno: recodos, casitas, porches, aposentos, que suenan… y en los que él
puede entrar, merced a su cuarto, sin que nadie le sienta."
-Luis Martínez Santa María, Intersecciones
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